Cuando Smith concluyó sus comentarios, Elena, en forma completamente inesperada, se levantó de su sofá para hablar al enorme auditorio. Ella más tarde describió la experiencia: MV 219.9
Después que el pastor Smith hubo dado el discurso fúnebre, yo deseaba mucho decir algo para que todos supiesen que la esperanza del cristiano era también la mía y que me sostenía en esa hora de aflicción, pero temía que no podría mantenerme de pie. Finalmente decidí hacer la prueba, y el Señor me sostuvo. El doctor se levantó listo para tomarme, dijo, si yo caía... El hermano John y Willie y Edson estaban también observándome para ayudarme, pero llevé a cabo lo que tenía que decir con claridad (Carta 9, 1881). MV 219.10
“Cuando me levanté —declaró más tarde—, me fue dada fuerza, y hablé unos diez minutos, exaltando la misericordia y el amor de Dios en la presencia de esa numerosa asamblea” (1S, p. 252). Sus comentarios fueron registrados taquigráficamente. De pie y apoyándose con una mano en el ataúd, ella habló con una voz clara: MV 220.1
Quiero decir unas pocas palabras a los presentes en esta ocasión. Mi querido Salvador ha sido mi fortaleza y sostén en esta hora de necesidad. Cuando se me llevó de mi lecho de enferma para estar con mi esposo en sus momentos de agonía, al principio el carácter repentino del golpe me pareció demasiado pesado como para sobrellevarlo, y clamé a Dios que lo conservara para mí, que no se lo llevara y me dejase para trabajar sola... MV 220.2
A veces sentía que no podía soportar que mi esposo muriese. Pero estas palabras parecían grabarse en mi mente: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”... Siento agudamente mi pérdida, pero no me atrevo a abandonarme a un dolor inútil. Eso no traería de vuelta a mi esposo. Y no soy tan egoísta como para desear, si pudiera, traerlo de su sueño apacible para ocuparse nuevamente en las batallas de la vida. Como un guerrero cansado, se ha acostado para dormir (In Memoriam, pp. 40-55). MV 220.3
Noventa y cinco carruajes se unieron a la procesión fúnebre hasta el Cementerio de Oak Hill; además, casi cien personas fueron a pie. Jaime White fue colocado para descansar en el lote de la familia donde sus dos hijos y su padre y su madre, John y Elizabeth White, habían sido enterrados. MV 220.4
Después del funeral, Elena fue llevada de vuelta al Sanatorio para pasar la noche. El domingo se la llevó en una cama a su casa, donde se le unieron los miembros de la familia que habían asistido al funeral. John, el hermano de Jaime, estaba encantado con el lugar, pero en cuanto a Elena, ella declaró: MV 220.5
La luz de mi casa se ha ido y de aquí en adelante debiera amarla por causa de él quien pensó tanto en ella. Satisfizo exactamente su gusto... ¿Pero cómo puedo alguna vez considerarla como podría hacerlo si él hubiera vivido? (Carta 9, 1881). MV 220.6