El comité de nombramientos trajo el nombre de A. G. Daniells para ser presidente de la Asociación Australiana, y se lo eligió como tal. La elección no fue fácil. Al escribirle sobre lo ocurrido a O. A. Olsen seis meses más tarde, la Sra. White explicó que había una escasez muy grande de elementos disponibles para posiciones de liderazgo. MV 291.1
En años posteriores Daniells habló de esta experiencia en términos más bien generales: MV 291.2
Fui elegido presidente de la Asociación Australiana recién organizada, y continué en ese cargo durante los nueve años que la Sra. de White residió en ese campo. Esta responsabilidad oficial me mantuvo en trato continuo con ella. Nuestro campo misionero era vasto. Nuestros problemas eran graves, y algunos de ellos nos dejaban muy perplejos... MV 291.3
Nuestros miembros aumentaban en forma animadora, y llegó a ser necesario establecer un colegio para la preparación de misioneros y también escuelas primarias para los hijos de nuestros creyentes. Se edificó luego un sanatorio para el tratamiento de los enfermos, y se estableció una fábrica de productos alimenticios. MV 291.4
Era joven y completamente inexperto en la mayoría de estas empresas. Como presidente, se me tenía más o menos por responsable de los progresos de todos esos proyectos. Yo necesitaba consejo y lo solicitaba a la Sra. de White en cada paso importante, y no quedaba chasqueado. También estuve íntimamente asociado en los trabajos administrativos y de la junta, con su hijo, W. C. White. Su consejo me era de mucho valor. Se basaba en una experiencia mayor que la mía, y también en su conocimiento íntimo de los muchos mensajes de consejo que habían sido dados por intermedio de su madre durante los años pasados, al hacer frente a condiciones similares a las que estábamos arrostrando (AGD, El permanente don de profecía, pp. 429-430). MV 291.5