La semana siguiente Jaime White se dirigió a los lectores de la Review. Después de expresar gratitud por “la provisión hecha por el gobierno para que los no combatientes sean eximidos de portar armas camales”, propuso lo siguiente a los creyentes adventistas: MV 97.1
El orar y dar gracias por aquellos que están en autoridad constituye una porción adecuada de su día de reposo y de otros momentos de adoración pública, y también de las devociones familiares y privadas. Y además de esto, recomendamos que se aparte en forma especial el segundo sábado de cada mes para ayuno y oración en vista de la terrible guerra actual (Id., 31 de enero, 1865). MV 97.2
A mediados de febrero de 1865 era claro para el comité que si la guerra no terminaba pronto, y si iba a haber un llamado de más hombres cada cinco o seis meses, “inevitablemente debemos perder recursos, o perder a nuestra propia gente, y perder a aquellos que abrazarían la verdad, y perder la atención de la gente” (Id., 21 de febrero, 1865). MV 97.3
Como nos parece claramente, hemos sido conducidos a un punto donde si la guerra continúa, debemos parar. Lo repetimos, la guerra debe parar, o nuestra obra en la diseminación de la verdad debe parar. ¿Qué es lo que se detendrá? (Ibíd.). MV 97.4
Entonces vino una apelación sumamente insólita: MV 97.5
Recomendaríamos, más aún, rogaríamos fervientemente a todas nuestras iglesias y hermanos dispersos que aparten cuatro días comenzando el miércoles 1o de marzo y continuando hasta el fin del siguiente sábado, como días de oración ferviente e insistente sobre este tema. Suspendamos los negocios y que las iglesias se reúnan a la una de la tarde de cada día de la semana, y dos veces en el sábado, para derramar sus súplicas ante Dios... Durante estos días de oración recomendamos que todos sigan una dieta muy abstemia y sencilla... En la oficina de la Review se suspenderá el trabajo (Ibíd.). MV 97.6
Los adventistas respondieron muy gustosamente. MV 97.7
El Presidente Lincoln, en su segundo mensaje inaugural, dado el 4 de marzo de 1865, reconoció el azote de la guerra como un resultado del crimen de la esclavitud. He aquí sus palabras: MV 97.8
Esperamos con confianza y oramos fervientemente para que este poderoso azote de la guerra pueda rápidamente llegar a su fin. Sin embargo, si Dios quiere que continúe hasta que se hunda toda la riqueza acumulada por los 250 años de trabajo no correspondido del esclavo, y hasta que cada gota de sangre extraída con el látigo sea pagada por otra extraída con la espada, como se dijo hace tres mil años, también debe decirse todavía que los juicios del Señor son verdaderos y enteramente justos (Id., 21 de marzo, 1865). MV 97.9
Para entonces la Review and Herald incluía en casi cada número información sobre la situación del reclutamiento y consejos para los reclutas. MV 98.1