No olvidemos las palabras de David: «Tiempo es de actuar, Jehová, porque han invalidado tu Ley” (Sal. 119: 126). David se refiere a los últimos días, el mismo tiempo cuando hemos de conocer y ser santificados por la verdad. Tenemos que aferramos a la verdad. No debemos abandonar la verdad ni por los amigos ni por los enemigos. Se aproxima el tiempo cuando habrá gran tribulación como nunca antes. Vendrán hombres que afirmarán ser Cristo. Aquí hay un grupo que dice: «Estoy libre de pecado, soy santo». Nunca he oído a alguien afirmar eso que no fuera un pecador. No son hacedores de la Palabra. SE1 27.3
Hace algún tiempo llegó un hombre a Oakland que, en su propio círculo, era conocido como alguien deshonesto. Calló en las garras del movimiento de la carne santa y ahora se considera santo y sin pecado. Continúa paso a paso en ese engaño y hasta afirma que ya está libre de pecado. Tenemos que estar preparados para enfrentar este tipo de gente, debemos saber qué espíritu los dirige. Hay algunos que son engañados por estos hacedores de maldad. Aceptan al Señor y aceptan la enseñanza de la carne santa, pero no son el pueblo que tiene el poder de Dios. SE1 27.4
Juan vio el templo de Dios abierto en el cielo, y en ese templo se hallaba el arca del testimonio. El apóstol escribió: «Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14: 12). La senda de la verdadera obediencia se encuentra en los mandamientos de Dios. Pero Satanás anda como león rugiente buscando a quien devorar. No siempre aparece como un león, tiene el poder de vestirse a sí mismo como cordero y hablar con voz melodiosa y tierna. ¿Y cómo lo enfrentaremos? ¿Lo dejaremos entrar y tomar el control de nuestros corazones? ¿Le permitiremos entrar y controlar nuestras mentes y nuestras vidas? Es algo que no nos podemos permitir. SE1 28.1
Por otro lado están los que se jactan de ser santos. En la ciudad de Oswego había alguien que afirmaba esto, y que estaba celebrando allí una reunión de reavivamiento. Se esforzó tanto que empezó toser sangre hasta el punto que la gente pensó que se iba a morir. Sin embargo, mientras llevaba a cabo dicha labor y haciendo alarde de su santidad, la policía lo estaba buscando por ladrón. Un día, mientras él estaba predicando, su esposa vio llegar a un oficial de la policía. Ella salió, excavó un pequeño hoyo en la nieve, enterró el dinero y luego entró en la casa. Sin embargo alguien la vio, y mientras estaban alegando su inocencia, entró el policía sosteniendo en sus manos la bolsa de dinero. Nos encontramos con este tipo de gente por dondequiera. SE1 28.2