Bien, leeré algo más. Deseo analizar otros puntos, pero tendremos que dejarlos para otro momento. Permítanme decirle algunas palabras más y finalizaré. «¿Y quién de ustedes podrá, por mucho que se angustie, añadir a su estatura un codo?». Es como si Dios que los ha colocado a ustedes en este mundo no pudiera conducirlos a través de la vida. Si somos diligentes, si somos pacientes, si tratamos, si hacemos lo que es correcto y si somos colaboradores con Dios; entonces él nos dice: «¿Y quién de ustedes podrá, por mucho que se angustie, añadir a su estatura un codo?». Dios obra a nuestro favor en todo momento. Dios mismo está cuidándonos. «Y por el vestido, ¿por qué os angustiáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria (no podía compararse con uno de estos) se vistió como uno de ellos”. SE1 233.5
Él había estado hablando del vestido. Ahora bien, es Dios quien coloca los matices y añade color a todas las cosas, ¿no podrá proveer para ustedes una vestimenta adecuada, cómoda, pulcra y abrigadora? No necesitamos ser extravagante. Hay otras formas de vestirnos además de esa. Él dice: «Salomón con toda su gloria no se vistió como uno de ellos. Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?». Pues bien, ¿por qué no confiar en aquel que formó los hermosos lirios del campo? SE1 234.1
En Estados Unidos tenemos lirios de agua dulce. Estos hermosos lirios crecen puros, impecables, perfectos, sin una sola mancha. Crecen a través de un montón de desechos. Le dije a mi hijo: «Deseo que trates de cortar aquel lirio tan cerca de la raíz como sea posible. Deseo que entiendas algo respecto a él”. SE1 234.2
Sacó un puñado de lirios y los contemplé. Tenían tallos huecos, y sus tallos se nutrían de las arenas del fondo. Crecían como lirios puros e impecables. Rechazaban toda la suciedad, toda cosa desagradable, pero allí estaban mostrando su pureza. SE1 234.3
Pues bien, esa es exactamente la forma en que debemos educar a nuestra juventud. Que sus mentes y corazones conozcan quién es Dios, quién es Jesucristo y el sacrificio que ha hecho en nuestro favor. Que obtengan la pureza, la virtud, la gracia, la cortesía, el amor y la paciencia. Que la extraigan de la Fuente de todo poder. SE1 234.4