Pienso en los niños de nuestras familias. ¿Les estamos enseñando a vivir de tal forma que las puertas de la ciudad de Dios les serán abiertas? Que los padres y las madres consideren la solemne obligación que descansa sobre ellos: enseñar a sus hijos el camino del Señor en bondad, ternura y amor. La madre debe ser el primer maestro de su hijo. Padres, sean amables y tiernos con sus hijos, y ellos aprenderán a ser amables. Demostremos en nuestros hogares que somos cristianos. Estimo como inútil esa profesión que no se manifiesta en la vida hogareña por medio de la bondad, la tolerancia y el amor. Busquemos formar caracteres según la semejanza divina. Mantengamos una conexión viva con el cielo. SE1 350.5
No olviden que la bienaventurada recompensa del reino de Dios está aguardando a aquellos que en esta vida procuran la semejanza divina. Allí no habrá más prueba, ni aflicción, ni dolor ni muerte. Allí recibiremos la corona del vencedor y el arpa de oro. No por unos pocos años, sino que desde la eternidad hasta la eternidad viviremos para entonar el canto de alabanza al Cordero. ¿Se esforzarán ustedes por obtener estas bendiciones eternas? ¿Entregarán sus corazones sin reservas a Dios? Él lo desea. Está listo para aceptarlos, para perdonarlos cuando ustedes se arrepientan y se aparten de sus pecados. Podrán caer repetidas veces, pero una y otra vez él los perdonará si ustedes se arrepienten en verdad; y al final él los hará más que vencedores, por medio de Aquel que los amó y los lavó en su propia sangre. SE1 351.1