Moisés mismo no podría haber impulsado a los israelitas a dejar Egipto con decirles sencillamente: “Mientras cuidaba el rebaño en el desierto, pensé con simpatía en ustedes que estaban en esclavitud, y ahora vine para guiarlos y salir de Egipto, así como lo había planificado al matar al egipcio justo antes de huir a la tierra de Madián”. GMA 160.3
Fue necesario un arbusto que ardía pero no se consumía, y una voz audible que salía de en medio de las llamas, para convencer a Moisés de que fuera a Egipto “para que saques de Egipto a mi pueblo”. Fue de esta manera maravillosa que él recibió su comisión, su elevada y santa vocación, una revelación de lo que captaría de inmediato la atención de sus hermanos, y prepararía sus mentes para lo que seguiría, y así conducirlos a aceptar a Moisés, bajo Dios, como su líder. GMA 160.4
Si hubo un momento desde la resurrección del Salvador cuando estos seguidores entristecidos y desilusionados necesitaban ser consolados por su presencia y palabras de ánimo, era ese tiempo cuando algunos de los creyentes tristes y perseguidos estaban aferrándose firmemente a la fe después del “clamor de medianoche” de 1844; y si en su misericordia Dios alguna vez necesitó comunicarse directamente con almas entristecidas, parecería que ciertamente este era un momento tal, y para tales personas. GMA 161.1