Por ese tiempo todo Israel estaba a la expectativa. Los fervientes y devotos estudiantes de las Escrituras estaban buscando el nacimiento de aquel que había de ser el Gobernante y Dirigente. Al anciano y piadoso Simeón se le había revelado “por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor”.5Lucas 2:26. GMA 42.1
Cuando el Salvador, como bebé, fue llevado al templo, Simeón supo que este niño era aquel a quien se referían las profecías: el Cristo. “Él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel… GMA 42.2
“Y los bendijo Simeón [a José y María], y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. GMA 42.3
“Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser… Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”.6Lucas 2:28-38. GMA 42.4