No lejos de este tiempo sucedió un gran evento asombroso. Fue la resurrección de Lázaro de la tumba, el que había estado muerto cuatro días. Un milagro tan poderoso agitó y asombró a la gente a tal grado que los fariseos se alarmaron, y junto con los sacerdotes, de inmediato convocaron un concilio; y en sus deliberaciones preguntaron: “¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación”.34Juan 11:47, 48. Mientras un poder satánico de abajo estaba tomando posesión de aquellos que procuraban destruir a Cristo, un poder de lo alto movía las masas para glorificarlo, y cumplir lo que se había predicho acerca de él. GMA 48.1
En la ocasión mencionada arriba, la gente salió en masa, no solo para ver a Jesús, sino para ver a Lázaro también, quien había sido resucitado de los muertos. Ahora a ellos les parecía cierto que Jesús era su rey, por largo tiempo esperado, y al salir a su encuentro cuando se dirigía a Jerusalén, sentado sobre un pollino, las palabras de la Escritura llegaron con fuerza a su mente: “No temas, hija de Sión; he aquí tu rey viene, montado sobre un pollino de asna”.35Juan 12:15. Un fuerte grito de triunfo se elevó de la vasta multitud, que perturbó grandemente a los fariseos calculadores y de corazón frío. Entre ellos habían dicho: “Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él”.36Juan 12:19. Cuando le pidieron a Jesús que hiciera callar los gritos, les contestó: “Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían”.37Lucas 19:40. El Señor había dicho de esta ocasión: “Gritad”, y si la gente no hubiera cumplido su palabra, él habría puesto voz a las piedras de la calle, y ellas hubiesen gritado; porque su palabra debe cumplirse. GMA 48.2