La tercera de estas señales, la caída de las estrellas, se cumplió el 13 de noviembre de 1833. En esa noche, o más bien, desde cinco horas antes del amanecer de ese día, hubo una lluvia meteórica comparada por algunos con corrientes de fuego que caían del cielo; otros, con chispas de fuego que volaban de alguna gran escena de fuegos artificiales. Este fenómeno cubrió toda América del Norte, desde el Golfo de México hasta el sur de la Bahía de Hudson por el norte, y desde las Islas Sándwich en el oeste hasta pocos centenares de millas de Liverpool en el este. Dondequiera fue observada, fue la misma lluvia continua de estrellas, cayendo en forma tan espesa como los copos de nieve en una tormenta de nieve. GMA 74.1
Respecto de esta lluvia de estrellas en 1833, citamos además del Connecticut Observer [El Observador de Connecticut] del 25 de noviembre de 1833: GMA 74.2
“El editor de Old Countryman [El antiguo campesino] hace del asunto de la ‘caída de las estrellas’ algo muy serio. Dice: ‘Pronunciamos la lluvia de fuego, que vimos el miércoles último de mañana, un tipo impresionante, un verdadero precursor, una señal misericordiosa, de ese grande y terrible día que los habitantes de la tierra presenciarán cuando se abra el sexto sello. El tiempo está muy cercano, descrito no solo en el Nuevo Testamento, sino en el Antiguo Testamento; y no es posible contemplar un cuadro más correcto de una higuera que arroja sus frutos cuando sopla un viento muy fuerte”. GMA 74.3