Ahora y siempre hemos de destacarnos como pueblo distinto y peculiar, libre de toda política mundana, sin los estorbos que representaría el confederarse con aquellos que no tienen sabiduría para discernir los requerimientos de Dios tan claramente presentados en su Ley.Todas nuestras instituciones médicas han sido establecidas como instituciones Adventistas del Séptimo Día, para representar las diversas características de la obra misionera médica evangélica, y así preparar el camino para la venida del Señor. Debemos demostrar que procuramos trabajar en armonía con el cielo. Debemos testificar a toda nación, tribu y lengua que somos un pueblo que ama y teme a Dios, un pueblo que santifica su monumento recordativo de la creación, la señal puesta entre él y sus hijos sobrevivientes para mostrar que los santifica. Debemos manifestar claramente nuestra fe en la pronta venida del Señor en las nubes del cielo. Como pueblo nos ha humillado grandemente la conducta que han seguido algunos de nuestros hermanos de responsabilidad al apartarse de los antiguos jalones. Hay quienes, a fin de llevar a cabo sus planes, negaron su fe por sus palabras. Esto demuestra cuán poca confianza se puede poner en la sabiduría y el juicio humanos. Como nunca antes, necesitamos ver ahora el peligro que corremos de ser desviados inadvertidamente de nuestra lealtad a los mandamientos de Dios. Necesitamos comprender que Dios nos ha dado un mensaje decidido de amonestación para el mundo, así como dio a Noé un mensaje de amonestación para los antediluvianos. Procure nuestro pueblo no menoscabar la importancia del sábado para vincularse con los incrédulos. Tenga cuidado de no apartarse de los principios de nuestra fe y de no dar la impresión de que no es malo conformarse al mundo. Sienta gran temor de prestar oído a los consejos de cualquier hombre, fuere cual fuere su puesto, si obra en forma contraria a lo que Dios ha realizado para mantener a su pueblo separado del mundo. CSI 233.3
El Señor está probando a su pueblo, para ver quién será leal a los principios de su verdad. Nuestra obra consiste en proclamar al mundo los mensajes del primer ángel, del segundo y del tercero. En el desempeño de nuestros deberes, no debemos despreciar ni temer a nuestros enemigos. No está de acuerdo con la orden de Dios que nos liguemos por contratos con los que no son de nuestra fe. Debemos tratar con bondad y cortesía a los que se niegan a ser leales a Dios, pero nunca hemos de unirnos con ellos para consultarlos acerca de los intereses vitales de su obra. Poniendo nuestra confianza en Dios, debemos avanzar firmemente, para hacer su obra con abnegación, confiar humildemente en él, entregarnos a su providencia nosotros mismos y todo lo que concierne a nuestro presente y futuro, mantener firme el principio de nuestra confianza hasta el fin y recordar que recibimos las bendiciones del cielo, no porque las merezcamos, sino porque Cristo las merece y porque mediante la fe en él aceptamos la abundante gracia de Dios. CSI 234.1