A menos que los médicos de nuestros sanatorios sean hombres con hábitos de perfección, a menos que atiendan sus deberes con prontitud, su obra llegará a ser un reproche y los instrumentos designados por el Señor perderán su influencia. El médico que es negligente en el cumplimiento del deber humilla al Gran Médico, de quien debiera ser un representante. Debiera mantenerse un horario estricto con todos los pacientes, los encumbrados y los humildes. No debiera permitirse ningún descuido de parte de ninguno de los enfermeros. Hay que cumplir siempre la palabra empeñada y atender prontamente los compromisos, porque esto significa mucho para los enfermos. CSI 359.4