El plan de Moisés puesto en práctica en el desierto para reunir recursos financieros tuvo un tremendo éxito. No fue necesario compeler a nadie. Moisés no preparó ningún gran banquete. No invitó a la gente a reuniones de alborozo, de baile y de diversiones comunes. Tampoco instituyó juegos de lotería ni cosa alguna profana para obtener recursos a fin de levantar el tabernáculo de Dios en el desierto. Dios ordenó a Moisés que invitara a los israelitas a llevar sus ofrendas. Moisés debía aceptar los donativos de cada persona que diera voluntariamente, con sinceridad de corazón. Esas ofrendas voluntarias llegaron en tanta abundancia que Moisés tuvo que decir que no llevaran más. No debían llevar más donativos porque habían dado abundantemente, más de lo que se necesitaba. Las tentaciones de Satanás vencen a los supuestos seguidores de Cristo en lo que se refiere a la complacencia del placer y el apetito. Disfrazado de ángel de luz, citará las Escrituras para justificar las tentaciones que coloca delante de los hombres para que complazcan el apetito y se dediquen a placeres mundanos que satisfacen el corazón carnal. Los presuntos seguidores de Cristo son débiles en fuerza moral y quedan fascinados por el soborno que Satanás les ofrece, y así éste gana la victoria. CMC 214.3
¿Cómo considera Dios las iglesias que se sostienen recurriendo a tales métodos? Cristo no puede aceptar esas ofrendas porque no son dadas por amor y devoción a él, sino que son promovidas por la idolatría del yo. Esto se debe a que lo que muchos no harían por amor a Cristo lo hacen por amor a los manjares exquisitos que gratifican el apetito y por amor a las diversiones mundanales que complacen el corazón carnal.—The Review and Herald, 13 de octubre de 1874. CMC 215.1