Tal [se refiere a la experiencia de Abrahán y Jacob en el pago del diezmo] fue la práctica de los patriarcas y profetas que vivieron antes del establecimiento de los judíos como una nación. Pero cuando Israel se convirtió en un pueblo separado, el Señor le dio instrucción definida acerca de este punto: “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová”. Levítico 27:30. Esta ley no caducaría con los ritos y ofrendas de sacrificio que simbolizan a Cristo. Mientras Dios tenga un pueblo en el mundo, sus derechos sobre él serán los mismos. CMC 71.2
El diezmo de todo lo que poseemos es del Señor. Él se lo ha reservado para que sea empleado con propósitos religiosos. Es santo. En ninguna dispensación él ha aceptado menos que esto. Un descuido o una postergación de este deber provocará el desagrado divino. Si todos los cristianos profesos llevaran sus diezmos a Dios, su tesorería estaría llena.—The Review and Herald, 16 de mayo de 1882. CMC 71.3