De todos nuestros ingresos debemos separar en primer lugar lo que pertenece a Dios. En el sistema de benevolencia prescrito para los judíos, se requería que éstos llevasen al Señor las primicias de todas las dádivas que él les había hecho, ya fuera en el aumento de sus manadas o rebaños, o en la producción de sus campos, huertos o viñedos; o bien debían redimir las primicias presentando una suma equivalente. ¡Cuánto ha cambiado esto en nuestros días! Los requerimientos y los derechos de nuestro Señor, si es que reciben atención alguna, se dejan para el final. Sin embargo, nuestra obra necesita hoy diez veces más recursos económicos que en la época de los judíos. CMC 72.3
La gran comisión dada a los apóstoles les ordenaba ir a todo el mundo y predicar el Evangelio. Esto muestra la extensión de la obra en nuestros días y la mayor responsabilidad que descansa sobre los seguidores de Cristo. Si la ley requería diezmos y ofrendas hace miles de años, ¡cuánto más esenciales son éstos ahora! Si en la economía judía los ricos y los pobres debían dar sumas que estaban en proporción con lo que poseían, es doblemente esencial que se haga esto ahora.—Testimonies for the Church 4:474. CMC 73.1