Las instrucciones dadas por el Espíritu Santo por medio del apóstol Pablo concernientes a los donativos, presentan un principio que se aplica también al diezmo: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”. 1 Corintios 16:2. Aquí se incluye a los padres y a los hijos. Esto se dirige no sólo a los ricos sino también a los pobres. “Cada uno dé como propuso en su corazón [guiado por la sincera consideración del plan prescrito por Dios]: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. 2 Corintios 9:7. Los donativos hay que darlos en consideración a la benevolencia de Dios manifestada hacia nosotros. CMC 85.1
¿Y qué tiempo más apropiado podría elegirse para apartar el diezmo y presentar nuestras ofrendas a Dios? En el día de reposo pensamos en su bondad. Hemos contemplado su obra en la creación como una evidencia de su poder en la redención. Nuestros corazones están llenos de agradecimiento por su gran amor. Y ahora, antes de que vuelva a comenzar el tráfago de la semana, le devolvernos lo que es suyo, y con ello una ofrenda para manifestarle nuestra gratitud. En esta forma nuestra práctica constituirá un sermón semanal que declara que Dios es el dueño de todos nuestros bienes, y que él nos ha hecho mayordomos suyos para que los empleemos para su gloria. Cada acto de reconocimiento de nuestra obligación hacia Dios fortalecerá el sentido del deber. La gratitud se profundiza cuando la expresamos y el gozo que proporciona es vida para el alma y el cuerpo.—The Review and Herald, 4 de febrero de 1902. CMC 85.2