Si tratamos a nuestros semejantes con falta de honradez en las cosas pequeñas, o defraudándolos en cosas más abiertas, trataremos con Dios en la misma forma. Los que persisten en la falta de honradez llevarán a cabo sus principios hasta que engañen a sus propias almas y pierdan el cielo y la vida eterna. Sacrificarán el honor y la religión por una pequeña ventaja mundana. Hay tales hombres en nuestras propias filas, y tendrán que experimentar lo que significa nacer de nuevo, o no podrán ver el reino de Dios. La honradez debe marcar cada acción de nuestra vida. Los ángeles celestiales examinan el trabajo que ha sido puesto en nuestras manos, y donde nos hemos alejado de los principios de la verdad, estampan en los registros la expresión “hallados faltos”. CMC 148.2
Jesús dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan”. Mateo 6:19. Tesoros son aquellas cosas que absorben la mente, y captan la atención excluyendo a Dios y a la verdad. CMC 148.3
El amor al dinero, que impulsa a la adquisición de tesoros terrenos, fue la pasión dominante de la época judía. Las consideraciones superiores y eternas fueron subordinadas a la adquisición de riquezas e influencia mundanales. La mundanalidad usurpó el lugar de Dios y de la religión en el alma. El deseo avaro de riqueza ejerció una influencia tan fascinante y hechizadora sobre la vida, que produjo como resultado la perversión de la nobleza y la corrupción de la humanidad de los hombres, hasta que se ahogaron en la perdición. Nuestro Salvador dio una advertencia definida contra el amontonamiento de tesoros en la tierra. CMC 148.4
Todos los ramos comerciales y la gran diversidad de empleos están bajo la mirada de Dios; y cada cristiano ha recibido la capacidad de hacer algo en la causa del Maestro. Sea que los hombres trabajen en el campo, en el almacén o en la oficina, serán hechos responsables por Dios del uso sabio y honrado de sus talentos. Son tan responsables por su trabajo, como lo es el ministro que trabaja con la Palabra y la doctrina. Si los hombres adquieren bienes en una forma que no es aprobada por la Palabra de Dios, los consiguen sacrificando los principios de la honradez. Un deseo excesivo por conseguir ganancias inducirá hasta a los seguidores profesos de Cristo a imitar las costumbres del mundo. Estos serán influenciados hasta el punto de deshonrar su religión al engañar en los negocios, al oprimir a la viuda y al huérfano, y al privar de su derecho al forastero.—The Review and Herald, 18 de septiembre de 1888. CMC 149.1