En la vida religiosa de toda alma que salga finalmente victoriosa, habrá escenas de terrible perplejidad y prueba; pero su conocimiento de las Escrituras la habilitará para recordar las promesas animadoras de Dios, que consolarán su corazón y fortalecerán su fe en el poder del Poderoso. Ella lee: “No perdáis pues vuestra confianza, que tiene grande remuneración de galardón.” “Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado: al cual, no habiendo visto, le amáis; en el cual creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado.” Hebreos 10:35; 1 Pedro 1:7, 8. La prueba de la fe es más preciosa que el oro. Todos deben aprender que ésta es parte de la disciplina en la escuela de Cristo, que es esencial para purificarlos y refinarlos de la escoria terrenal. Deben soportar con entereza las burlas y los ataques del enemigo y vencer todos los obstáculos que Satanás ponga en su senda para cerrarles el camino. Tratará de inducirlos a descuidar la oración, y de desalentarlos en el estudio de las Escrituras; y arrojará una odiosa sombra a través de su senda para ocultar de su vista a Cristo y las atracciones celestiales. 2JT 222.2
Nadie debe caminar con temor y temblor, en dudas continuas y sembrando quejas a lo largo de su senda, sino que todos deben mirar a Dios, ver su bondad y regocijarse en su amor. Reunid todas vuestras facultades para mirar hacia arriba, no hacia abajo a vuestras dificultades; entonces no desmayaréis por el camino. Pronto veréis a Jesús detrás de la nube, extendiendo su mano para ayudaros; y todo lo que tendréis que hacer será darle vuestra mano con fe sencilla y dejarle que os guíe. A medida que manifestéis confianza, tendréis esperanza por la fe en Jesús. La luz que resplandece de la cruz del Calvario os revelará cuánto estima Dios el alma, y apreciando esta estima trataréis de reflejar la luz al mundo. 2JT 223.1
Un gran nombre entre los hombres es como letras trazadas en la arena; pero un carácter sin mancha perdurará para toda la eternidad. Dios os da inteligencia y una mente razonadora, por la cual podéis comprender sus promesas; y Jesús está listo para ayudaros a formar un carácter fuerte y simétrico. Los que poseen un carácter tal no necesitan nunca desalentarse porque no tengan éxito en los asuntos mundanales. Son “la luz del mundo.” Satanás no puede destruir o anular la luz que despiden. 2JT 223.2
Dios tiene una obra para cada uno. No es parte de su plan que las almas sean sostenidas en la batalla de la vida por la simpatía y la alabanza humanas; pero él quiere que salgan del campamento llevando el oprobio, peleando la buena batalla de la fe y permaneciendo de pie mediante su fuerza en toda dificultad. Dios nos ha abierto todos los tesoros del cielo por el precioso don de su Hijo, que es plenamente capaz de elevarnos, ennoblecernos y hacernos idóneos, por la perfección de su carácter, para ser útiles en esta vida y entrar en un cielo santo. Vino a este mundo, vivió como él requiere que vivan los que le siguen. La suya fué una vida de abnegación y constante sacrificio propio. Si estimulamos el egoísmo y la comodidad, y satisfacemos nuestras inclinaciones, si no hacemos nuestros mejores esfuerzos para cooperar con Dios en la obra maravillosa de elevarnos, ennoblecernos y purificarnos, a fin de ser hijos e hijas de Dios, no satisfacemos sus requisitos; sufrimos una continua pérdida en esta vida, y perderemos finalmente la futura e inmortal. 2JT 223.3
Dios quiere que trabajéis, no con desprecio propio ni desaliento, sino con la más fuerte fe y esperanza, con alegría y gozo, representando a Cristo ante el mundo. La religión de Jesús es gozo, paz y felicidad. Mientras escudriñamos las Escrituras y vemos la infinita condescendencia del Padre al dar a Jesús al mundo para que todos los que crean en él tengan vida eterna, toda facultad de nuestro ser debe ser puesta en acción, para tributarle alabanza, gloria y honra por su amor inefable hacia los hijos de los hombres. 2JT 224.1