Si se cree que un hermano erró, sus hermanos y hermanas no deben murmurarlo entre sí ni comentarlo en forma que magnifique los supuestos errores y defectos. Esto es muy corriente, pero el desagrado de Dios pesa sobre quienes lo hacen, y Satanás se regocija porque puede debilitar y molestar a quienes podrían ser fuertes en el Señor. El mundo ve su debilidad y juzga esta clase de personas y la verdad que profesan amar por los frutos que se manifiestan en ellas. 2JT 258.2
“Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el monte de tu santidad? El que anda en integridad, y obra justicia, y habla verdad en su corazón. El que no detrae con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni contra su prójimo acoge oprobio alguno. Aquel a cuyos ojos es menospreciado el vil; mas honra a los que temen a Jehová: y habiendo jurado en daño suyo, no por eso muda. Quien su dinero no dió a usura, ni contra el inocente tomó cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará para siempre.” Salmos 15. Según este pasaje el detractor queda excluído de morar en el tabernáculo de Dios y en la santa colina de Sión. El que admite oprobio contra su prójimo no puede recibir la aprobación de Dios. 2JT 258.3
¿Cuántos ministros, mientras se hallan empeñados en una buena obra que vuelve las almas hacia Dios y la verdad, son llamados a presidir algún juicio de la iglesia entre hermanos que actúan en forma completamente errónea y tienen un espíritu contencioso e intolerante? 2JT 259.1
Esta manera de desviar a los hombres de su campo de labor se ha repetido vez tras vez a medida que esta causa ha avanzado. Es un plan del gran adversario de los hombres para estorbar la obra de Dios. Cuando hay almas que están a punto de decidirse en favor de la verdad y se las somete de este modo a influencias desfavorables, pierden su interés, y es muy raro que se pueda volver a hacer en ellas una impresión tan poderosa. Satanás está buscando siempre alguna manera de apartar al ministro de su campo de labor en ese preciso momento para que se pierda el resultado de sus labores. 2JT 259.2
Hay en la iglesia hombres y mujeres sin consagración ni conversión, que piensan más en mantener su propia dignidad y sus propias opiniones que en la salvación de sus semejantes; y Satanás obra por medio de ellos para crear dificultades que consuman el tiempo y la labor del ministro, y como resultado se pierden muchas almas. 2JT 259.3
Mientras los miembros de la iglesia están divididos en sus sentimientos, sus corazones son duros y no se los puede impresionar. Los esfuerzos del ministro son como golpes dados sobre hierro frío, y cada partido se empecina más que antes en su propio camino. El ministro se ve colocado en una situación nada envidiable; pues aunque decida con la mayor prudencia, su decisión desagradará a alguien y se fortalecerá así el espíritu banderizo. 2JT 259.4
Si el ministro se aloja en la casa de alguna familia, otras familias sentirán celos por temor a que él reciba impresiones desfavorables para ellas. Si él da un consejo, otros dirán: “Fulano de tal habló con él,” y sus palabras no tienen peso para ellos. Así sus almas se llenan de desconfianza y malas sospechas, y el ministro queda a la merced de sus prejuicios y recelos. Con demasiada frecuencia deja el asunto peor que antes. Si él se hubiese negado a escuchar las declaraciones parciales de algunos, si hubiese dado palabras de consejo de acuerdo con la regla bíblica y dicho como Nehemías: “Yo hago una grande obra, y no puedo ir” (Nehemías 6:3), esa iglesia habría quedado en condiciones mucho mejores. 2JT 259.5
Los ministros y los miembros laicos de la iglesia desagradan a Dios cuando permiten que ciertas personas les cuenten los errores y defectos de sus hermanos. No deben escuchar estos informes, sino preguntar: “¿Habéis seguido estrictamente lo ordenado por vuestro Salvador? ¿Habéis ido al ofensor y le habéis hablado de sus faltas entre vosotros y él solo? Y ¿se ha negado él a escucharos? Con cuidado y con oración, ¿habéis tomado a dos o tres personas y trabajado con él con ternura, humildad y mansedumbre, y con un corazón palpitante de amor por su alma?” 2JT 260.1
Si las órdenes del Capitán, dadas en las reglas trazadas para los que yerran, han sido seguidas estrictamente, entonces se ha de dar un paso hacia adelante: contarlo a la iglesia, y dejar que se decida el caso según las Escrituras. Entonces el cielo ratificará la decisión hecha por la iglesia al borrar de su registro el nombre del miembro ofensor si no se arrepiente. Si no se han dado esos pasos, cerremos los oídos a las quejas, y neguémonos a admitir oprobio contra nuestro prójimo. Si nadie lo recibiese, pronto cesarían las malas lenguas; porque las tales personas no hallarían un campo tan favorable en el cual obrar para morderse y devorarse unas a otras. 2JT 260.2