Moisés no pensaba simplemente en Dios; le veía. Dios era la constante visión que había delante de él; nunca perdía de vista su rostro. Veía a Jesús como su Salvador, y creía que los méritos del Salvador le serían imputados. Esta fe no era para Moisés una suposición; era una realidad. Esa es la clase de fe que necesitamos: la fe que soportará la prueba. ¡Oh cuántas veces cedemos a la tentación porque no mantenemos nuestros ojos puestos en Jesús! Nuestra fe no es continua, porque, por la complacencia propia pecamos, y luego no podemos mantenernos “como viendo al Invisible.” 2JT 268.1
Hermano mío, haga de Cristo su compañero de todos los días, de cada hora, y no se quejará de no tener fe. Contemple a Cristo. Mire su carácter. Hable de él. Cuanto menos ensalce el yo, tanto más encontrará qué ensalzar en Jesús. Dios tiene una obra para Vd. Tenga al Señor siempre presente en su recuerdo. Hno. y Hna. Q***, elevaos siempre más para tener visiones más claras del carácter de Cristo. Cuando Moisés oró: “Ruégote que me muestres tu gloria,” el Señor no lo reprendió, sino que le concedió lo que le pedía. Dios declaró a su siervo: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti.” Éxodo 33:18, 19. Nos mantenemos separados de Dios, y ésta es la razón por la cual no vemos la revelación de su poder. 2JT 268.2