“Amador de la hospitalidad” es una de las cualidades que, según el Espíritu Santo, han de señalar al que debe llevar responsabilidad en la iglesia. Y a toda la iglesia es dada la orden: “Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, adminístrelo a los otros, corno buenos dispensadores de las diferentes gracias de Dios.” 1 Pedro 4:9, 10. 2JT 569.3
Estas amonestaciones han sido extrañamente descuidadas. Aun entre los que profesan ser cristianos se ejercita poco la verdadera hospitalidad. Entre nuestro propio pueblo la oportunidad de manifestar hospitalidad no es considerada como debiera serlo: como un privilegio y una bendición. Es en absoluto demasiado escasa la sociabilidad y disposición para hacer lugar para dos o tres más en la mesa de la familia, sin molestia u ostentación. Algunos alegan que “es demasiado trabajo.” No resultaría así si dijéramos: “No hemos hecho preparativos especiales, pero le ofrecemos gustosos lo que tenemos.” El huésped inesperado aprecia una bienvenida tal mucho más que una preparación elaborada. 2JT 569.4
Viene a ser negar a Cristo el hacer para las visitas preparativos que requieren tiempo que pertenece legítimamente al Señor. En esto robamos a Dios. Y también perjudicamos a otros. Al preparar un agasajo elaborado, muchos privan a su propia familia de la atención necesaria, y su ejemplo induce a otros a seguir la misma conducta. 2JT 570.1
El deseo de hacer ostentación para agasajar a las visitas crea inútiles congojas y cargas. A fin de preparar gran variedad para la mesa, la dueña de casa trabaja demasiado; y debido a los muchos platos preparados los huéspedes comen demasiado; y la enfermedad y los padecimientos provenientes del trabajo excesivo por un lado y el comer demasiado por el otro, son el resultado. Estos festines elaborados son una carga y un perjuicio. 2JT 570.2
Pero el Señor quiere que cuidemos de los intereses de nuestros hermanos y hermanas. El apóstol Pablo ha dado una ilustración de esto. Dice a la iglesia de Roma: “Encomiéndoos empero a Febe nuestra hermana, la cual es diaconisa de la iglesia que está en Cencreas: que la recibáis en el Señor, como es digno a los santos, y que la ayudéis en cualquiera cosa en que os hubiere menester: porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo.” Romanos 6:1, 2. Febe había atendido al apóstol, y se destacaba como hospitalaria para los forasteros que necesitaban cuidados. Su ejemplo debe ser seguido por las iglesias de hoy. 2JT 570.3
A Dios le desagrada el interés egoísta tan a menudo manifestado para “mí y mi familia.” Cada familia que alberga este espíritu necesita ser convertida por los principios puros ejemplificados en la vida de Cristo. Los que se encierran en sí mismos, que no están dispuestos a agasajar visitas, pierden muchas bendiciones. 2JT 571.1
Algunos de nuestros obreros trabajan donde es necesario atender con frecuencia visitas, sean de nuestros hermanos o forasteros. Algunos insisten en que la asociación debiera tomar nota de ello, y que además de su sueldo regular se les debiera conceder una cantidad suficiente para cubrir estos gastos adicionales. Pero el Señor ha encomendado la obra de la hospitalidad a todo su pueblo. No está de acuerdo con la orden divina el que una o dos personas hagan toda la obra hospitalaria de una asociación o una iglesia, o que se pague a los obreros para alojar y alimentar a sus hermanos. Esto es algo inventado por el egoísmo, y los ángeles de Dios toman nota de estas cosas. 2JT 571.2
Los que viajan de lugar en lugar como evangelistas o misioneros en cualquier ramo, deben recibir hospitalidad de los miembros de las iglesias con quienes trabajen. Hermanos y hermanas, dad albergue a estos obreros, aun cuando sea a costa de considerable sacrificio personal. 2JT 571.3
Cristo lleva cuenta de todo gasto en que se incurre al dar hospitalidad por causa suya. El provee todo lo que es necesario para esta obra. Los que por amor a Cristo alojan y alimentan a sus hermanos, haciendo lo mejor que puedan para que la visita sea provechosa para los huéspedes como para sí mismos, son anotados en el cielo como dignos de bendiciones especiales. 2JT 571.4