La razón por la cual no hay más profundo ardor religioso, ni más fervoroso amor mutuo en la iglesia, se debe a que el espíritu misionero se ha estado apagando. Poco se dice ahora acerca de la venida de Cristo, que era una vez el tema de los pensamientos y las conversaciones. Hay un desgano inexplicable, una creciente repugnancia por la conversación religiosa; y se la reemplaza por charlas ociosas y frívolas, aun entre los que profesan seguir a Cristo. 2JT 128.2
Hermanos y hermanas, ¿deseáis quebrantar el ensalmo que os domina? ¿queréis despertar de esta pereza que se asemeja al torpor de la muerte? Id a trabajar, sintáis el deseo o no. Esforzaos personalmente por traer almas a Jesús y al conocimiento de la verdad. Esta labor será para vosotros un estímulo y un tónico; os despertará y fortalecerá. Por el ejercicio, vuestras facultades espirituales se vigorizarán, de manera que tendréis más éxito para labrar vuestra propia salvación. El estupor de muerte pesa sobre muchos de los que profesan a Cristo. Haced cuanto podáis para despertarlos. Amonestadlos, suplicadles, argüíd con ellos. Rogad que el Espíritu enternecedor de Dios derrita y ablande sus naturalezas glaciales. Aunque se nieguen a escuchar, vuestro trabajo no estará perdido. Mediante el esfuerzo hecho para bendecir a otros, vuestras propias almas serán bendecidas. 2JT 128.3
Poseemos la teoría de la verdad, y ahora necesitamos procurar muy fervientemente su poder santificador. No me atrevo a callar en este tiempo de peligro. Es un tiempo de tentación y de abatimiento. Cada uno está asediado por las trampas de Satanás, y debemos unirnos para resistir su poder. Debemos ser de un mismo ánimo, hablar las mismas cosas, y glorificar a Dios de una misma boca. Entonces podremos ampliar con éxito nuestros planes, y por vigilantes esfuerzos misioneros, aprovechar todo talento que podamos usar en los varios departamentos de la obra. 2JT 129.1