A cada uno de nosotros Dios ha confiado sagrados cometidos, de los cuales nos tiene por responsables. Es su propósito que eduquemos la mente, a fin de que podamos ejercitar los talentos que nos dió y, realizando la mayor suma de bien, reflejemos la gloria del Dador. Debemos a Dios todas las cualidades de la mente. Esas facultades pueden ser cultivadas, dirigidas y dominadas tan discretamente que alcancen el propósito para el cual fueron dadas. Es nuestro deber educar la mente, de modo que saque a luz las energías del alma y desarrolle toda facultad. Cuando todas las facultades estén en ejercicio, el intelecto se fortalecerá y se alcanzará el propósito por el cual fueron dadas aquéllas. 1JT 290.1
Muchos no están haciendo la mayor suma de bien, porque ejercitan el intelecto en una dirección y descuidan de dar atención esmerada a aquellas cosas para las cuales piensan que no se adaptan. Dejan así dormir algunas facultades débiles, porque la obra que las ejercitaría, y por consiguiente las fortalecería, no les agrada. Deben ejercitarse y cultivarse todas las facultades de la mente. La percepción, el juicio, la memoria y todas las potencias del raciocinio deben tener igual fuerza a fin de que las mentes estén bien equilibradas. 1JT 290.2
Si se usan ciertas facultades con descuido de las demás, el designio de Dios no se realiza plenamente en nosotros; porque todas las facultades ejercen su influencia y dependen en gran medida una de la otra. No se puede usar eficazmente una de ellas sin la operación de todas, para que el equilibrio se conserve cuidadosamente. Si toda la atención y fuerza se concentran en una, mientras las otras permanecen dormidas, el desarrollo es intenso en ésta, y nos conducirá a los extremos porque todas las facultades no han sido cultivadas. Algunas mentes están atrofiadas y les falta el debido equilibrio. No todas las mentes están, por naturaleza, constituídas de igual manera. Tenemos mentes diferentes; algunas son fuertes en ciertos puntos y muy débiles en otros. Y estas deficiencias tan evidentes no necesitan ni debieran existir. Si los que las poseen fortalecieran los puntos débiles de su carácter, cultivándolos y ejercitándolos, llegarían a ser fuertes. 1JT 290.3