17. En el servicio judaico antiguo se exigía que todo sacrificio fuera sin tacha. En el texto se nos dice que presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, que es nuestro racional culto. Somos la obra de Dios. El salmista, al meditar en la obra maravillosa de Dios revelada en la estructura humana, exclamó: “Asombrosa y maravillosamente he sido formado”. Salmos 139:14, VM. Hay muchas personas que se educan en las ciencias y se familiarizan con la teoría de la verdad, pero no entienden las leyes que gobiernan su propio ser. Dios nos ha dado facultades y talentos; y es nuestro deber, como hijos e hijas de Dios, hacer el mejor uso de ellos. Si debilitamos estas facultades de la mente o del cuerpo por medio de hábitos erróneos o por la complacencia de un apetito pervertido, será imposible que honremos a Dios como debiéramos.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 15 (1890). CRA 22.3
18. Dios exige que el cuerpo le sea presentado como sacrificio vivo, no como sacrificio muerto o moribundo. Las ofrendas de los antiguos hebreos debían ser sin tacha, ¿y será agradable para Dios aceptar una ofrenda humana llena de enfermedad y corrupción? El nos dice que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo; y nos exige que cuidemos este templo, a fin de que sea una habitación adecuada para su Espíritu. El apóstol Pablo nos da esta amonestación: “No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Corintios 6:19, 20. Todos deben ser muy cuidadosos para preservar el cuerpo en la mejor condición de salud posible, a fin de que puedan rendir a Dios un servicio perfecto, y cumplir su deber en la familia y en la sociedad.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 52, 53; Counsels on Health, 121 (1890). CRA 22.4