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La supresión de las tendencias al mal CRA 278

357. ¿Se darán cuenta las madres de esta época de lo sagrado de su misión, no para tratar de estar a la par con sus vecinos ricos, sino para tratar de superarlos en el fiel cumplimiento de instruir a sus hijos para una vida mejor? Si a los niños y a los jóvenes se les enseñaran hábitos de abnegación y dominio propio, si se les enseñase a comer para vivir y no a vivir para comer, habría menos enfermedad y menos corrupción. Habría menos necesidad de realizar cruzadas en favor de la temperancia, que al fin significan poca cosa, si en la juventud, que modela a la sociedad, se implantaran los principios de la temperancia. Tendrían entonces fuerza moral e integridad para resistir, con el poder de Jesús, la corrupción de los últimos días... Los padres pueden haber transmitido a sus hijos tendencias al apetito y las pasiones, lo cual hará más difícil la obra de educar y preparar a esos niños para que sean verdaderamente temperantes y tengan hábitos puros y virtuosos. Si se les ha transmitido por medio de los padres, como legado, el deseo de alimentos malsanos, estimulantes y narcóticos, ¡qué solemne responsabilidad descansa sobre tales padres de contrarrestar las malas tendencias que han legado a sus hijos! ¡Con cuánta diligencia y sinceridad debieran los padres hacer su deber, con fe y esperanza, hacia sus hijos desventurados! CRA 278.1

Los padres debieran considerar como su primera obligación la comprensión de las leyes de la vida y de la salud, para que nada sea hecho por ellos, en la preparación de los alimentos, o mediante cualquier hábito, que desarrolle malas tendencias en sus niños. Cuán cuidadosas deben mostrarse las madres al preparar sus mesas con alimentos sencillos y sanos, a fin de que los órganos de la digestión no sean debilitados, las fuerzas nerviosas del organismo desequilibradas, y contrarrestadas las enseñanzas que debieran recibir, por el alimento ofrecido. Este alimento fortalece o debilita los órganos del estómago y tiene mucho que ver en el control de la salud física y moral de los niños, que son propiedad de Dios comprados con su sangre. Se ha encomendado a los padres una comisión sagrada, la de guardar la constitución física y moral de sus hijos, para que el sistema nervioso quede bien equilibrado y no esté en peligro su alma. Los que miman el apetito de sus hijos, y no controlan sus pasiones, verán la terrible equivocación que han cometido, en la formación de esclavos adictos al tabaco y al alcohol, cuyos sentidos están entumecidos y de cuyos labios salen mentiras y profanidades.—Testimonies for the Church 3:567, 568 (1875). CRA 279.1