Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Mateo 5:14. ATO 320.1
Quien se acerca a Cristo no necesita esforzarse por brillar. Al contemplar al Salvador, capta los divinos rayos del Sol de Justicia y no puede evitar el brillar. La luz que está en él brilla con rayos claros, relucientes, por medio de las palabras y obras de justicia. La gracia de Cristo mora en él abundantemente y la luz del cielo brilla a través de él. Mediante la obediencia completa honra a Cristo y es estimulado en una acción más vigorosa en la causa de Dios al impartir lo que el Señor le da. Es un portador de luz para el mundo esparciéndola sobre aquellos que están en la oscuridad del error. No camina apartado de Cristo, sino que permanece a su lado, conversando con El, y obteniendo principios divinos de su Palabra. Anda haciendo el bien, consolando al abatido, guiando los pasos de los extraviados hacia el camino estrecho, endulzando la copa amarga que muchos beben como resultado de seguir su propio camino. ATO 320.2
Hay quienes necesitan una mano firme, segura, que los guíe a los pies del Maestro. Los que realmente tienen éxito en la obra de vencer, ayudarán a otros a luchar con valentía las batallas del Señor. ATO 320.3
El hombre no tiene en sí mismo nada de qué gloriarse. Dígalo claramente, con un lenguaje vigoroso. Todo lo que tiene, su capacidad de razonar, el afecto, el habla, el discernimiento espiritual, lo recibió por la misericordia del Hijo del Dios infinito. Todo debe ser entregado nuevamente a Dios. La aniquilación del yo es un proceso difícil, porque el yo lucha por su existencia, y le cuesta mucho morir. Pero la oración y la fe ponen al pecador más débil en posición ventajosa, donde la mano de la fe puede asirse firmemente de la mano del Salvador. En Cristo y por medio de El podemos salir más que victoriosos. ATO 320.4
Dios nos ha dado dicho que cada uno de sus hijos tiene una obra que realizar. A cada uno se le han dado talentos de acuerdo con sus distintas habilidades. Para trabajar por el Señor no es necesario ser predicador. Hay muchos que, aunque no sienten que han sido apartados para la tarea especial de predicar, de todas maneras trabajan para Cristo. El Sol de justicia brilla sobre ellos, y revelan que son uno con Cristo. La Palabra de Dios es su consejera. A medida que estudian las Escrituras son habilitados para comprender lo que leen. Trabajan en unión unos con otros. No habrá opiniones discordantes entre los que son instruidos por Dios. Los santos verdaderos son uno en espíritu y en acción. El Espíritu Santo los une, y ni aun todo el poder de los agentes satánicos puede destruir esa unión.—Manuscrito 176, del 4 de noviembre de 1899, “Diario”, escrito en Rockhampton, Queensland, Australia.*Año bíblico: Juan 16-18. ATO 320.5