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Los herederos del reino, 21 de octubre HHD 303

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Mateo 5:3. HHD 303.1

Cristo anhelaba llenar al mundo con una paz y una alegría semejantes a las que se encuentran en el mundo celestial... Con claridad y poder pronunció las palabras que llegarían a nuestros días como un tesoro de bondad. Qué preciosas palabras fueron ésas, y cuán llenas de ánimo. De sus labios divinos brotaron con seguridad plena y abundante las bendiciones que demostraban que él era la Fuente de toda bondad, y que era su prerrogativa bendecir e impresionar las mentes de todos los presentes. Estaba cumpliendo su deber especial y sagrado, y los tesoros de la eternidad estaban a su disposición. No escatimó el empleo de esos tesoros. No había mezquindad en él cuando actuaba en el ministerio de Dios. Abarcó con su bendición a los que formarían su reino en este mundo. El trajo al mundo todas las bendiciones indispensables para la felicidad y la alegría de cada alma, y ante esa vasta asamblea presentó las riquezas de la gracia del cielo, los tesoros acumulados del Padre sempiterno... HHD 303.2

Especifica quiénes serán herederos de Dios y coherederos con él. Proclama públicamente a quiénes elige súbditos, y les asigna su lugar en su servicio como unidos con él mismo. Los que posean el carácter descrito, compartirán con él la bendición y la gloria y el honor que recibirá para siempre.—Manuscrito 118, 1905. HHD 303.3

El que se cree sano, el que se considera razonablemente bueno y está satisfecho de su condición, no procura participar de la gracia y justicia de Cristo. El orgullo no siente necesidad y cierra la puerta del corazón para no recibir a Cristo ni las bendiciones infinitas que él vino a dar.—El discurso maestro de Jesucristo, 12. HHD 303.4