Durante los años del ministerio terrenal de Cristo, mujeres piadosas colaboraron en la obra que el Salvador y sus discípulos llevaban a cabo. Si los que se oponían a esta obra hubiesen podido encontrar cualquier cosa extraña en la conducta de esas mujeres, esto habría bastado para cerrar la obra de inmediato. Pero mientras las mujeres trabajaban con Cristo y los apóstoles, toda la obra era conducida en un plano tan elevado que la colocaba por encima de toda sombra de sospecha. Las mentes de todos eran dirigidas hacia las Escrituras, antes que a los individuos. La verdad se proclamaba en forma inteligente y de manera tan sencilla que todos podían comprenderla.—El Evangelismo, 54.