La mujer agraciada tendrá honra. Proverbios 11:16. EJ 262.1
Quizá a usted nunca le pidan que haga un trabajo que le requiera estar delante del público. Pero cualquier trabajo que necesite ser hecho tiene su importancia moral: lavar platos, poner la mesa, cuidar a los enfermos, cocinar o lavar; y mientras usted sea incapaz de realizar estos deberes alegremente no estará capacitada para emprender deberes más elevados. Alguien debe llevar a cabo las tareas comunes; y los que las hagan deben sentir que realizan una obra necesaria y honorable, que por humilde que sea su misión, realizan un trabajo para Dios tan ciertamente como el ángel Gabriel cuando era enviado a los profetas. En sus respectivas esferas, todos trabajan en el orden que les corresponde. La mujer en el hogar, que cumple con los deberes sencillos de la vida que demandan atención, puede y debe exhibir fidelidad, obediencia y amor tan sinceros como los ángeles en su esfera. La conformidad con la voluntad de Dios hace que cualquier trabajo necesario sea honorable... EJ 262.2
Estamos en la tierra, no en el cielo. Cuando lleguemos al cielo, entonces estaremos calificados para realizar las elevadas tareas del cielo. Es aquí en este mundo donde nos corresponde ser probados... EJ 262.3
El deber más elevado que les toca cumplir a los jóvenes se encuentra en sus propios hogares, siendo una bendición para sus padres y hermanos, al demostrarles afecto e interés genuino. En la solicitud que muestren al trabajar por otros, darán evidencia de su propia abnegación y olvido de sí mismos. Este trabajo nunca degradará a la mujer. Es la tarea más sagrada y elevada que jamás pueda realizar. ¡Qué tremenda influencia puede ejercer una hermana sobre sus hermanos! Si es correcta, puede determinar el carácter de sus hermanos. Sus oraciones, su delicadeza y su afecto deben hacer mucho en favor de la familia... Pero estas nobles cualidades nunca podrán ser comunicadas a otras mentes a menos que existan primero en la suya. Ese contentamiento de la mente, ese afecto y delicadeza, y esa luminosidad del temperamento alcanzará a cada corazón, y reflejará sobre usted lo mismo que su corazón imparte a los demás. Si Cristo no mora en el corazón, se producirá descontento y deformidad moral. El egoísmo exigirá de los demás lo mismo que no estamos dispuestos a darles. Si Cristo no está presente en el corazón, el carácter será desagradable. EJ 262.4
No son únicamente las grandes batallas y las tareas importantes lo que prueba el alma y exige valor. La vida cotidiana viene acompañada de sus perplejidades, pruebas y desalientos. Es el trabajo humilde lo que frecuentemente demanda paciencia y fortaleza. Se necesitarán confianza y determinación para hacerle frente a todas las dificultades y vencerlas. Asegúrese de que el Señor está con usted en cada lugar, para que sea su consuelo y aliento.—Testimonies for the Church 3:79-81. EJ 262.5