Vosotros sois la luz del mundo. Mateo 5:14. EJ 283.1
Nuestro Señor quiso que su iglesia reflejase al mundo la plenitud y suficiencia que hallamos en él. Constantemente estamos recibiendo de la bondad de Dios, y al impartir de la misma hemos de representar al mundo el amor y la beneficencia de Cristo. Mientras todo el cielo está en agitación, enviando mensajeros a todas las partes de la tierra para llevar adelante la obra de redención, la iglesia del Dios viviente debe colaborar también con Cristo. Somos miembros de su cuerpo místico. El es la cabeza, que rige todos los miembros del cuerpo. Jesús mismo, en su misericordia infinita, está obrando en los corazones humanos, efectuando transformaciones espirituales tan asombrosas que los ángeles las miran con asombro y gozo. El mismo amor abnegado que caracteriza al Maestro se ve en el carácter y la vida de sus discípulos. Cristo espera de los hombres que participen de su naturaleza divina, mientras están en este mundo, de modo que no sólo reflejen su gloria para alabanza de Dios, sino que iluminen las tinieblas del mundo con el resplandor del cielo. Así se cumplirán las palabras de Cristo: “Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5:14. EJ 283.2
“Porque nosotros, coadjutores somos de Dios”, “dispensadores de las diferentes gracias de Dios”. 1 Corintios 3:9; 1 Pedro 4:10. El conocimiento de la gracia de Dios, las verdades de su Palabra, y los dones temporales—el tiempo, los recursos, los talentos y la influencia—todas estas cosas constituyen un cometido de Dios, que ha de emplearse para su gloria y para la salvación de los hombres. Nada puede ofender más a Dios, que está constantemente otorgando sus dones al hombre, que ver a éste aferrarse egoístamente a sus dones, sin devolver nada al Dador. Jesús está hoy en el cielo preparando mansiones para los que le aman; sí, más que mansiones, un reino que ha de ser nuestro. Pero todos los que han de heredar estas bendiciones deben participar de la abnegación y el sacrificio de Cristo en favor de los demás. EJ 283.3
Nunca ha habido mayor necesidad de labor ferviente y abnegada en la causa de Cristo que ahora cuando las horas del tiempo de gracia están terminando rápidamente, y ha de ser proclamado al mundo el último mensaje de misericordia. Mi alma se conmueve dentro de mí al oír el clamor macedónico que llega de toda dirección, de las ciudades y las aldeas de nuestra propia tierra, de allende el Atlántico y el anchuroso Pacífico, y de las islas del mar. “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. Hechos 16:9. Hermanos y hermanas, contestemos al clamor diciendo: “Haremos cuanto podamos, enviándoos tanto misioneros como dinero. Nos negaremos a embellecer nuestras casas, adornar nuestras personas y satisfacer el apetito. Daremos a la causa de Dios los recursos a nosotros confiados, y nos dedicaremos también sin reservas a su obra”... Invertid en el banco del cielo todo dinero que podáis ahorrar.—Joyas de los Testimonios 2:327-329. EJ 283.4