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Recordemos la experiencia de nuestra propia niñez COES 197

Algunos padres—y algunos maestros también,—parecen olvidar que ellos mismos fueron niños una vez. Tienen una actitud de dignidad, de frialdad y falta de simpatía. Cuandoquiera que se relacionan con los jóvenes—en el hogar, en la escuela, en la escuela sabática o en la iglesia,—mantienen el mismo aire de autoridad, y sus rostros a menudo tienen una expresión solemne y reprobatoria. La alegría o la indocilidad infantil, la inquieta actividad de la vida joven, no tiene excusa a sus ojos. Faltas pequeñas son tratadas como graves pecados. Tal disciplina no es semejante a la de Cristo. Los niños educados de esta manera temen a sus padres o maestros, pero no los aman; no les confían sus experiencias infantiles. Algunas de las más valiosas cualidades de la mente y del corazón mueren por congelación, como una tierna planta ante el cierzo invernal. COES 197.1

Sonreíd, padres; sonreíd, maestros. Si vuestro corazón está triste, no lo revele vuestro rostro. Que la luz del sol proveniente de un corazón amante y agradecido ilumine el semblante. Descended de vuestra férrea dignidad, adaptaos a las necesidades de los niños, y haced que ellos os amen. Debéis ganar su afecto si queréis imprimir la verdad religiosa sobre su corazón.—Fundamentals of Christian Education, 68. COES 198.1