Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Juan 18:37. AFC 207.1
Cristo es el Autor de toda verdad. Toda concepción brillante, todo pensamiento de sabiduría, toda capacidad y talento, son dones de Cristo. Él no tomó ideas nuevas de la humanidad, porque es el originador de todo. Pero cuando vino al mundo, encontró las brillantes gemas de verdad que había confiado al hombre sepultadas en la superstición y la tradición. Las verdades de la importancia más vital estaban colocadas en el marco del error para servir al propósito del archiengañador... Pero Cristo barrió las teorías erróneas. Nadie, salvo el Redentor del mundo, tenía poder de presentar la verdad en su pureza primitiva, desprovista del error que Satanás había acumulado para ocultar su belleza celestial... AFC 207.2
La obra de Cristo consistió en tomar la verdad... y separarla del error para presentarla libre de las supersticiones del mundo a fin de que la gente la aceptara por su propio mérito intrínseco y eterno. Dispersó la niebla de la duda para que la verdad pudiera ser revelada y arrojara rayos luminosos en las tinieblas de los corazones de los hombres.—The Review and Herald, 7 de enero de 1890. AFC 207.3
La verdad salió de sus labios investida de una nueva e interesante forma que le dio la frescura de una nueva revelación. Su voz nunca se apartó del tono natural, y sus palabras fluían con una seriedad y seguridad apropiadas a su importancia y a las enormes consecuencias que implicaba su aceptación o su rechazo.—Ibid. AFC 207.4
Invitó a los hombres a aprender de él, porque él era una representación viviente de la ley de Dios. Era el único ser investido de humanidad que podía estar en medio de una muchedumbre y preguntar: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” Juan 8:46.—Ibid. AFC 208.1