No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Juan 17:16, 17. AFC 304.2
Jesús dijo: “Yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Juan 17:19. “Tu palabra es verdad”. Por lo tanto, necesitamos familiarizarnos con la Palabra de Dios, estudiarla y practicarla en la vida... Negamos a Jesús como al que quita los pecados del mundo si, después de aceptar la verdad, no revelamos al mundo los efectos santificadores de la verdad en nuestro propio carácter. Si no somos hombres y mujeres mejores, si no somos más bondadosos, más compasivos, más corteses, más llenos de ternura y amor; si no manifestamos a otros el amor que indujo a Jesús a venir al mundo en misión de misericordia, no somos testigos ante el mundo del poder de Cristo. AFC 304.3
Jesús no vivió para agradarse a sí mismo. Se entregó como un sacrificio vivo y consumidor en favor de los demás. Vino a elevar, a ennoblecer, a hacer felices a todas las personas con las que se relacionaba. Los que reciben a Cristo abandonarán todo rasgo descortés y áspero, y manifestarán la amabilidad y la bondad que hay en Jesús, porque Cristo mora en el corazón por la fe. Cristo era la Luz que brillaba en la oscuridad, y sus seguidores también deben ser la luz del mundo. Deben encender su lámpara en el altar divino. El carácter que es santificado por la verdad adquiere un lustre perfecto. AFC 305.1
Cristo es nuestro modelo, pero a menos que lo contemplemos, que nos espaciemos en su carácter, no lo reflejaremos en nuestra vida práctica. Fue manso y humilde de corazón. Nunca cometió una acción ruda, nunca pronunció una palabra descortés. El Señor no se complace con nuestra conducta ruda y carente de simpatía manifestada hacia los demás. Debemos sacar de nuestro carácter todo egoísmo, y debemos llevar el yugo de Cristo. Entonces... Estaremos listos para vivir en compañía de los ángeles. Debemos estar en el mundo pero no debemos ser del mundo.—Carta 60, 1894. AFC 305.2