De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mateo 25:40. AFC 333.2
Cristo le dice a su pueblo redimido: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. Vers. 34-36. AFC 333.3
Cuando los corazones simpatizan con los corazones afligidos por el desánimo y las contrariedades; cuando la mano ayuda al necesitado; cuando se viste al desnudo y cuando se da la bienvenida al forastero y se lo invita al hogar y se le da un lugar en el corazón, los ángeles están muy cerca, y en el cielo se canta con gozo. Cada acto, cada obra de justicia, misericordia y benevolencia, hacen resonar dulce música en el cielo. El Padre desde su trono los contempla y los considera como su tesoro más preciado. “Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe”. Malaquías 3:17... AFC 333.4
Nuestro Padre celestial pone bendiciones ocultas en nuestro camino, las que algunos no tocarán por temor de que los priven de su alegría. Los ángeles esperan para ver si aprovechamos las oportunidades de hacer el bien, esperan para ver si bendecimos a otros para que ellos a su vez nos bendigan a nosotros. El Señor mismo nos ha hecho diferentes: algunos pobres, algunos ricos, algunos afligidos, para que todos tengamos la oportunidad de desarrollar un carácter. El Señor permite que haya pobres para probarnos y que desarrollemos lo que hay en nuestro corazón.—The Review and Herald, 20 de abril de 1886. AFC 334.1
Cada acto de misericordia realizado con los necesitados, los que sufren, se considera hecho a Jesús mismo. Cuando socorréis a los pobres, simpatizáis con los afligidos y oprimidos y ayudáis a los huérfanos, os ponéis en una relación más estrecha con Jesús.— (Ibid. AFC 334.2