Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Filipenses 2:13. AFC 55.6
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Apocalipsis 3:20. Así ilustra el Redentor del mundo la obra del Espíritu Santo en el corazón humano. Por un acto de su propia fe, el ser humano se coloca en las manos del Señor para que él obre su buena voluntad a su tiempo. Para estar en Cristo, debe haber un continuo ejercicio de la fe... AFC 56.1
Este es un proceso de preparación, una constante disciplina de la mente y del corazón, para que Cristo obre su gran tarea en el corazón humano. El yo, el viejo yo natural, muere, y la voluntad de Cristo es nuestra voluntad, sus caminos son nuestros caminos y el ser humano, corazón, mente e intelecto, se convierte en un instrumento en las manos de Dios para obrar ya no más maldad, sino la justicia de Cristo... AFC 56.2
En el plan divino, Dios no hace nada sin la cooperación del hombre. No compele a la voluntad del hombre. Esta debe ser dada completamente al Señor, de lo contrario el Señor no puede realizar su obra divina que quiere cumplir en el ser humano. Jesús declaró que en un cierto lugar no pudo hacer muchas obras admirables entre la gente, debido a su incredulidad. Quería hacer para ellos en ese lugar precisamente lo que sabía que ellos necesitaban que hiciera, pero no pudo realizarlo porque la incredulidad le cerró el camino. El alfarero no puede modelar y dar forma para honra a lo que nunca ha sido colocado en sus manos. La vida cristiana es una entrega diaria, sumisión y continuo triunfo que gana renovadas victorias cada día. Esto es el crecimiento en Cristo, que da forma a la vida de acuerdo con el modelo divino... AFC 56.3
La devoción, la piedad y la santificación de todo el hombre se efectúan mediante Jesucristo nuestra justicia.—Manuscrito 24, 1890. AFC 56.4