Si me amáis, guardad mis mandamientos. Juan 14:15. AFC64 295.1
Establezcamos plenamente esto en nuestra mente: Si aceptamos a Cristo como a un Redentor, debemos aceptarlo como a un Legislador. No podemos tener la seguridad, la perfecta confianza en Cristo como nuestro Salvador, hasta que lo reconozcamos y obedezcamos sus mandamientos. Así manifestamos nuestra lealtad a Dios. Entonces nuestra fe es genuina. Obra por amor. Decid desde vuestro corazón: “Señor, sé que moriste para redimir mi alma. Si avaluaste tanto mi alma que entregaste tu vida por mí, te entrego mi vida y todas sus posibilidades”. La voluntad debe ponerse en completa armonía con la voluntad de Dios.—Manuscrito 24, 1890. AFC64 295.2
Hoy se hace esta invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:28, 29. Cristo tiene descanso para todos los que quieran llevar su yugo y aprender su humildad y mansedumbre de corazón. Aquí se nos enseña sujeción y obediencia, y en esto hallaremos descanso. Gracias a Dios porque en la humildad y la obediencia podemos encontrar justamente lo que tanto necesitamos, el descanso que se encuentra en la fe y la perfecta confianza. No debemos hacernos yugos opresivos para nuestro cuello. Tomemos el yugo de Cristo y andemos junto a él con entera obediencia. AFC64 295.3
“Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”. Juan 15:10. Este es el yugo que Cristo nos invita a llevar: el yugo de la obediencia. Digamos: “Señor, confío en tu palabra; recibo tu promesa. Acudo a ti porque te necesito como Salvador personal. Necesito un Cristo permanente. Dependo de ti. Tú eres mío”.—Carta 66, 1898. AFC64 295.4