Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8:28. DNC 73.1
El hecho de que somos llamados a sufrir pruebas muestra que el Señor Jesús ve en nosotros algo precioso, que él quiere desarrollar. Si no viera en nosotros nada con que glorificar su nombre, no perdería tiempo en purificarnos. El no echa piedras inútiles en su hornillo. Lo que él purifica es metal precioso. DNC 73.2
Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que el que ellos mismos escogerían, si desde un principio pudieran ver el desenlace, y discernir la gloria del designio que están cumpliendo como colaboradores de Dios. DNC 73.3
Todo lo que nos ha dejado perplejos de las providencias de Dios nos será aclarado en el mundo futuro. Las cosas difíciles de entender entonces encontrarán explicación. Los misterios de la gracia se revelarán ante nosotros. Donde nuestras mentes finitas descubrieron sólo confusión y promesas quebrantadas, veremos la armonía más bella y perfecta. Conoceremos que el amor infinito prescribió las experiencias que parecieron más angustiosas. DNC 73.4
El que está lleno del Espíritu de Cristo mora en Cristo. El golpe que se le dirige a él, cae sobre el Salvador, que lo rodea con su presencia. Todo cuanto le venga, viene de Cristo. No tiene que resistir el mal, porque Cristo es su defensor. Nada puede tocarle sino con el permiso de nuestro Señor; y “todas las cosas” que son permitidas “a los que aman a Dios,... les ayudan a bien”. DNC 73.5
Nuestro Padre celestial tiene mil maneras de proveer a nuestras necesidades, las cuales ignoramos completamente. Los que aceptan el único principio de hacer del servicio de Dios el asunto supremo, verán desvanecerse sus apuros y extenderse delante de sus pies un camino despejado. DNC 73.6
Como niños, confiad en la dirección de Aquel que guarda los pies de sus santos. DNC 73.7
Si le encomendamos nuestros caminos, él dirigirá nuestros pasos.*Año bíblico: Deuteronomio 26-28. DNC 73.8