Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Romanos 2:13. ELC 150.1
En las vidas de muchas personas cuyos nombres están en los registros de la iglesia no ha habido un cambio genuino. La verdad ha sido dejada en el atrio exterior. No ha habido conversión genuina, ninguna obra positiva de gracia en el corazón. Su deseo de hacer la voluntad de Dios está basado en su propia inclinación, no en la profunda convicción del Espíritu Santo. Su conducta no ha sido puesta en armonía con la ley de Dios... ELC 150.2
El que quiere edificar un carácter vigoroso y simétrico debe entregarlo todo a Cristo y hacerlo todo por él. El Redentor no acepta un servicio dividido. Diariamente debe aprender el significado de la entrega del yo. Debe estudiar la Palabra de Dios descubriendo su significado y obedeciendo sus preceptos. Así podrá alcanzar la norma más elevada de la excelencia cristiana. No hay límite para el avance espiritual que puede hacer si es participante de la naturaleza divina. Día tras día Dios obra en él perfeccionando el carácter que deberá soportar el día final de prueba. Cada día de su vida ministra a los demás. La luz que está en él brilla y acalla las lenguas mordaces. Día tras día está realizando delante de los hombres y de los ángeles un vasto y sublime experimento, mostrando lo que puede hacer el Evangelio por los seres humanos caídos. ELC 150.3
No nos escatimemos a nosotros mismos sino llevemos adelante con fervor la obra de reforma que debe ser hecha en nuestras vidas. Crucifiquemos el yo. Los hábitos no santificados querrán dominar, pero en el nombre y mediante el poder de Jesús podemos vencer... A los seres humanos que están luchando por alcanzar la conformidad a la imagen divina, se les imparte una medida de los tesoros celestiales, una excelencia de poder que los colocará más alto de los ángeles que nunca cayeron.—The Review and Herald, 7 de julio de 1904. ELC 150.4