Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno. Salmos 139:23, 24. ELC 165.1
Pocos se dan cuenta que es un deber ejercer control sobre los pensamientos y la imaginación. Es difícil mantener la mente no disciplinada fija en temas provechosos. Pero si los pensamientos no son empleados en forma apropiada, la religión no puede florecer en el alma. La mente debe estar ocupada en cosas sagradas y eternas, o acariciará pensamientos triviales y superficiales. Deben disciplinarse las facultades tanto intelectuales como morales, y ellas se fortalecerán y mejorarán por el ejercicio. ELC 165.2
Para comprender correctamente este asunto debemos recordar que nuestros corazones son depravados por naturaleza y que somos incapaces por nosotros mismos de seguir un camino correcto. Solamente podremos ganar la victoria por la gracia de Dios combinada con nuestro mayor esfuerzo. ELC 165.3
Pocos creen que la humanidad esté tan hundida o que sea tan plenamente mala, tan desesperadamente opuesta a Dios como lo es... Cuando la mente no está bajo la influencia directa del Espíritu de Dios, Satanás puede moldearla a su voluntad. Depravará todas las facultades de raciocinio que pueda controlar. Está completamente opuesto a Dios en sus gustos, puntos de vista, preferencias, ... elección de las cosas y propósitos; no hay gusto por las cosas que Dios ama o aprueba, sino un deleite en aquellas cosas que él desprecia... ELC 165.4
Si Cristo mora en el corazón estará en todos nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos más profundos serán de él, de su amor, su pureza. El llenará todas las cámaras de nuestra mente. Nuestros afectos se centrarán en Jesús. Todas nuestras esperanzas y expectativas estarán relacionadas con él... El será la corona de nuestro gozo. Nuestros corazones reposarán en su amor.—Carta 8, 1891. ELC 165.5