La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Mateo 6:22. ELC 192.1
La obra del Espíritu de Dios en el hombre no es tal que lo incapacite para realizar los deberes comunes de la vida. No debe haber una religión para los negocios y otra para la iglesia. La obra del Espíritu de Dios abarca el ser entero, alma, cuerpo y espíritu. ELC 192.2
Si la Palabra de Dios es albergada como un principio permanente en el corazón y se la mantiene bajo cualquier circunstancia, el hombre es llevado, con las habilidades que le fueron dadas, bajo [la sujeción de] el Señor Jesucristo. Sus facultades indivisas, aun sus pensamientos, son llevados en cautiverio a Cristo. Esto es verdadera santificación. Todas las partes de la experiencia se fusionan en completa armonía. No le falta nada. No guarda nada para sí, para hacer lo que le place con ello... ELC 192.3
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz”. Dice: “tu ojo”, no el de alguna otra persona. La rica experiencia que es nuestro privilegio tener, la perdemos cuando esperamos que algún otro vea por nosotros y nos guíe en nuestra experiencia espiritual como si fuéramos ciegos. Debemos tener un ojo puro para la gloria de Dios, un propósito único y persistente de dejar a un lado el yo y las preferencias de los otros... ELC 192.4
El que verdaderamente ama y teme a Dios, luchando con entereza de propósito para hacer su voluntad, pondrá su cuerpo, su mente, su corazón, su alma, su fuerza al servicio de Dios. Tal fue el caso de Enoc. Caminó con Dios. Su mente no estaba contaminada por una visión impura, defectuosa. Los que están decididos a hacer de la voluntad de Dios la suya, deben servir y agradar a Dios en todo. Entonces el carácter será armonioso y bien equilibrado, consistente, agradable y verdadero.—Carta 128, 1897. ELC 192.5