He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Apocalipsis 3:20. ELC 48.1
Todos los que quieran abrir sus corazones para recibirlo, tendrán a Jesús como un distinguido huésped.—The Review and Herald, 24 de noviembre de 1885. ELC 48.2
Jesús es el modelo perfecto. En vez de tratar de agradarnos a nosotros mismos y de salirnos con la nuestra, tratemos de reflejar su imagen. Él era amable y cortés, tierno y compasivo. ¿Somos como él en estas cosas? ¿Tratamos de que nuestras vidas sean fragantes en buenas obras? ... ELC 48.3
No es suficiente que profesemos meramente nuestra fe; se requiere algo más que un asentimiento nominal. Debe haber un conocimiento real, una experiencia genuina en los principios de la verdad como es en Jesús. El Espíritu Santo debe obrar desde adentro llevando estos principios a la luz potente de la plena conciencia para que podamos conocer su poder y hacerlos una realidad viviente... ELC 48.4
Los obstáculos, provocaciones y penurias que enfrentemos resultarán no en una maldición sino en las mayores bendiciones de nuestras vidas, porque los caracteres más grandes se forman entre las pruebas y las dificultades. Pero deben ser recibidas como lecciones prácticas en la escuela de Cristo. Cada tentación resistida, cada prueba valientemente soportada nos da una nueva experiencia, y nos hace avanzar en la obra de edificar el carácter. Tenemos un conocimiento mejor de las maquinaciones de Satanás, y de nuestra capacidad para derrotarlo mediante la gracia divina. ELC 48.5
Jesús era la luz del mundo... Es nuestro privilegio andar en la luz de su presencia y entretejer en los caracteres que estamos formando los dorados hilos del gozo, la gratitud, la tolerancia y el amor. Así mostraremos el poder de la gracia divina y reflejaremos la luz del Cielo entre todos los roces y los contratiempos que enfrentamos cada día.—Ibid; The Review and Herald, 24 de noviembre de 1885. ELC 48.6