Muchos se apartan de una vida tal como la que vivió nuestro Salvador. Sienten que requiere un sacrificio demasiado grande imitar al Modelo, llevar frutos en buenas obras, y luego soportar pacientemente las podas de Dios para que lleven más frutos. Cuando el cristiano se considera a sí mismo sólo como un humilde instrumento en las manos de Cristo, y trata de realizar con fidelidad todos los deberes, descansando en la ayuda que Dios ha prometido, entonces llevará el yugo de Cristo y lo encontrará liviano; llevará cargas por Cristo, y las hallará ligeras. Alzará su vista con valor y confianza y dirá: “Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”. 2 Timoteo 1:12. ECFP 81.2
Si hacemos frente a obstáculos en nuestra senda, y los vencemos fielmente; si hallamos oposición y vituperio, y en el nombre de Cristo obtenemos la victoria; si llevamos responsabilidades y cumplimos nuestros deberes con el espíritu de nuestro Maestro, entonces, por cierto, obtenemos un precioso conocimiento de su fidelidad y poder. No dependemos más de la experiencia de otros, porque tenemos el testimonio en nosotros mismos. A semejanza de los samaritanos de antaño, podemos decir: “Nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”. Juan 4:42. ECFP 82.1
Cuanto más contemplemos el carácter de Cristo, y cuanto más experimentemos su poder salvador, más agudamente nos daremos cuenta de nuestra propia debilidad e imperfección, y más fervientemente consideraremos a Cristo como nuestra fortaleza y nuestro Redentor. No tenemos poder en nosotros mismos para limpiar el templo del alma de su contaminación; pero cuando nos arrepentimos de nuestros pecados contra Dios, y buscamos el perdón en virtud de los méritos de Cristo, él impartirá esa fe que obra por amor y purifica el corazón. Por fe en Cristo, y por la obediencia de la ley de Dios, podemos ser santificados, y así obtener la preparación para asociarnos con los santos ángeles y con los redimidos de albos mantos en el reino de gloria. ECFP 82.2