Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. Apocalipsis 1:3. FV 347.1
“Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan en los libros de Daniel y Apocalipsis, necesitamos aprender cuán vana es la gloria y pompa mundanal. Babilonia, con todo su poder y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha vuelto a contemplar—un poder y una magnificencia que la gente de aquel tiempo creía estables y duraderos,—se desvaneció y ¡cuán completamente! Pereció ‘como la flor de la hierba.’ Santiago 1:10. Así perecieron el reino medo-persa, y los imperios de Grecia y Roma. Y así perece todo lo que no está fundado en Dios. Sólo puede perdurar lo que se vincula con su propósito y expresa su carácter. Sus principios son lo único firme que conoce nuestro mundo.”—La Historia de Profetas y Reyes, 402. FV 347.2
“Cuando los libros de Daniel y Apocalipsis sean mejor comprendidos, los creyentes tendrán una experiencia religiosa totalmente diferente. Obtendrán tales vislumbres de las abiertas puertas del cielo que mente y corazón serán impresionados con la idea de que todas las cosas deben disponerse de tal manera que se alcance la felicidad que ha de ser la recompensa de los puros de corazón.”—Testimonios para los Ministros, 114. FV 347.3
“Cuando como pueblo comprendamos lo que este libro significa para nosotros, se advertirá un gran reavivamiento en nuestras filas.... Del estudio del Apocalipsis se entenderá sin lugar a dudas una cosa: la íntima y firme relación que existe entre Dios y su pueblo.”—Ibid. 113, 114. FV 347.4