Vendrá nuestro Dios, y no callará: Fuego consumirá delante de él, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Salmos 50:3, 4. FV 351.1
“El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares.”—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 700. FV 351.2
“Jesús marcha al frente como un gran conquistador. Ya no es más el ‘varón de dolores,’ que ha de beber el amargo cáliz de la ignominia y de la maldición; victorioso en el cielo y en la tierra, viene a juzgar a vivos y muertos. ‘Fiel y veraz,’ ‘en la justicia juzga y hace guerra.’ ‘Y los ejércitos que están en el cielo le seguían.’ Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innumerable muchedumbre, le acompañan en el tránsito. El firmamento parece lleno de formas radiantes,—‘millones de millones, y millares de millares.’ Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor. ‘Su gloria cubre los cielos, y la tierra se llena de su alabanza. También su resplandor es como la luz.’ A medida que va acercándose la nube viviente, todos los ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya sus sagradas sienes, ceñidas ahora por gloriosa diadema. Su rostro brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía. ‘Y en su vestidura y sobre su muslo tiene este nombre escrito: Rey de reyes, y Señor de señores.’”—Ibid. 699. FV 351.3