Y el resplandor fue como la luz; rayos brillantes salían de su mano; y allí estaba escondida su fortaleza. Habacuc 3:4. FV 363.1
“Mediante el éxito que tuvo al desviar al hombre de la senda de la obediencia, Satanás llegó a ser ‘el dios de este siglo.’ Pasó al usurpador el dominio que antes fuera de Adán. Pero el Hijo de Dios propuso que vendría a esta tierra para pagar la pena del pecado, y así no sólo redimiría al hombre, sino que recuperaría el dominio perdido.”—La Historia de Profetas y Reyes, 502. FV 363.2
“‘Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado.’ El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. FV 363.3
“Sólo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado. El profeta, al contemplar a Cristo en su gloria, dice: ‘Su resplandor es como la luz, y salen de su mano rayos de luz; y allí mismo está el escondedero de su poder.’ En sus manos y su costado heridos, de donde manó la corriente purpurina que reconcilió al hombre con Dios—allí está la gloria del Salvador, ‘allí mismo está el escondedero de su poder.’ ‘Poderoso para salvar’ por el sacrificio de la redención, era por consiguiente fuerte para ejecutar la justicia para aquellos que despreciaron la misericordia de Dios. Y las marcas de su humillación son su mayor honor; al través de las edades eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán su poder.”—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 732, 733. FV 363.4