Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Juan 17:11. RJ 191.1
¿Dónde encontraremos la pureza, la bondad y la santidad a fin de estar seguros? ¿Dónde está el redil al que no entrarán los lobos? Les digo... El Señor tiene un cuerpo organizado mediante el cual obrará. Puede haber más de una veintena de Judas entre ellos; puede haber un impetuoso Pedro, que bajo circunstancias de prueba niegue a su Señor; puede haber personas representadas por Juan, a quien Jesús amaba, pero que tengan un celo que destruiría las vidas de los hombres pidiendo fuego del cielo para vengar un insulto a Cristo y a la verdad. Sin embargo, el gran Maestro busca dar lecciones de instrucción para corregir estos males existentes. Y hoy está haciendo lo mismo con su iglesia. Está señalando sus peligros. Está presentando delante de ellos el mensaje laodicense. RJ 191.2
El les muestra que todo egoísmo, todo orgullo, toda autoexaltación, todo prejuicio e incredulidad que conduzca a la resistencia a la verdad y aleje de la verdadera luz, son peligrosos, y a menos que medie arrepentimiento, quienes acaricien estas cosas serán dejados en la oscuridad así como lo fue la nación judía. Busque ahora cada alma responder la oración de Cristo. Cada alma imite esa oración en silencio, en peticiones, en exhortaciones, a fin de que todos puedan ser uno como Cristo es uno con el Padre, y obre según este objetivo. En lugar de volver las armas de combate contra sus propias filas, permitan que sean apuntadas contra los enemigos de Dios y de la verdad. Imiten la oración de Cristo con todo el corazón: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros... No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”Juan 17:11, 15. RJ 191.3
La puerta del corazón debe estar abierta al Espíritu Santo, pues El es el santificador, y la verdad es el instrumento. Debe haber una aceptación de la verdad tal como es en Jesús. Esta es la única santificación genuina: “Tu Palabra es verdad”. vers. 17. Oh, lean la oración de Cristo buscando la unidad: “A los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”. La oración de Cristo no es sólo para quienes eran entonces sus discípulos, sino para todos los que creerían en Cristo gracias a las palabras de sus discípulos, incluso hasta el fin del mundo... RJ 191.4
El Señor ha tenido una iglesia desde aquel día, a través de todas las cambiantes escenas del tiempo hasta el período presente... La Biblia pone delante de nosotros una iglesia modelo. Ha de haber unidad entre ellos y con Dios. Cuando los creyentes están unidos a Cristo, la vid viviente, el resultado es que son uno en Cristo, llenos de simpatía y ternura y amor.—Manuscrito 21, de 1893. RJ 191.5