Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20. RJ 99.1
Cuando el cristiano se somete al solemne rito del bautismo, los tres poderes más altos del universo—el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo—dan su aprobación a ese acto, comprometiéndose a ejercer su poder en beneficio de él mientras él se esfuerza por honrar a Dios. Es sepultado, a semejanza de la muerte de Cristo, y es levantado a semejanza de su resurrección... RJ 99.2
Los tres grandes poderes del cielo se comprometen a proporcionar al cristiano toda la asistencia que requiera. El Espíritu cambia el corazón de piedra en un corazón de carne. Y al participar de la Palabra de Dios, los cristianos obtienen una experiencia que busca la semejanza divina. Cuando Cristo habita en el corazón por la fe, el cristiano es el templo de Dios. Cristo no habita en el corazón del pecador, sino en el corazón de quien es susceptible a las influencias del Cielo. RJ 99.3
El resplandor que procede del verdadero cristiano testifica de su unión con Cristo. El yo está oculto a la vista y Cristo es revelado. El Cielo reconoce el cumplimiento de la promesa... “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. 1 Juan 3:2. Entonces aquellos cuyas vidas han estado ocultas en Cristo, quienes han peleado la buena batalla de la fe en esta tierra, resplandecerán con la gloria del Redentor en el reino de Dios. RJ 99.4
Hermano mío, hermana mía, el propósito de Dios para usted es que viva una vida que haga mejor a otros; una vida que mostrará que Cristo, la esperanza de gloria, está formado en el interior. Es su propósito que usted pueda decir con el apóstol Pablo: “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí”. Plenamente satisfecho, descansando en el amor de Cristo, en que el Redentor y Dador de la vida obrará por usted la salvación de su alma, usted sabrá a medida que se acerca más y aún más a El, lo que significa resistir la visión del que es Invisible. El contentamiento que Cristo concede es un don infinitamente más valioso que el oro y la plata y las piedras preciosas... RJ 99.5
Nuestras vidas son puras sólo cuando estamos bajo el control de Dios, y son felices sólo cuando mantenemos comunión con El. El esplendor que poseen quienes han ganado la más rica experiencia es sólo el reflejo de la luz del Sol de justicia. Quien vive más cerca de Jesús resplandecerá con mayor fulgor.—The Signs of the Times, 16 de agosto de 1905. RJ 99.6