El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Juan 3:3. RJ 117.1
Preguntas tú: ¿Qué haré para salvarme? Debes abandonar a la puerta de la investigación tus opiniones preconcebidas, tus ideas heredadas y cultivadas. Si escudriñas las Escrituras para vindicar tus propias opiniones, nunca alcanzarás la verdad. Estudia para aprender qué dice el Señor. Y cuando la convicción te posea mientras investigas, si ves que tus opiniones acariciadas no están en armonía con la verdad, no tuerzas la verdad para que cuadre con tu creencia, sino acepta la luz dada. Abre la mente y el corazón, para que puedas contemplar las cosas admirables de la Palabra de Dios. RJ 117.2
La fe en Cristo como el Redentor del mundo exige un reconocimiento del intelecto iluminado, dominado por un corazón que puede discernir y apreciar el tesoro celestial. Esta fe es inseparable del arrepentimiento y la transformación del carácter. Tener fe significa encontrar y aceptar el tesoro del Evangelio con todas las obligaciones que impone. RJ 117.3
“El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Puede conjeturar e imaginar, pero sin el ojo de la fe no puede ver el tesoro. Cristo dio su vida para asegurarnos este inestimable tesoro; pero sin la regeneración por medio de la fe en su sangre, no hay remisión de pecados, ni tesoro alguno para el alma que perece. RJ 117.4
Necesitamos la iluminación del Espíritu Santo para discernir las verdades de la Palabra de Dios. Las cosas hermosas del mundo natural no se ven hasta que el sol, disipando las tinieblas, las inunda con su luz. Así los tesoros de la Palabra de Dios no son apreciados hasta que no sean revelados por los brillantes rayos del Sol de justicia. RJ 117.5
El Espíritu Santo, enviado desde los cielos por la benevolencia del amor infinito, toma las cosas de Dios y las revela a cada alma que tiene una fe implícita en Cristo. Por su poder, las verdades vitales de las cuales depende la salvación del alma son impresas en la mente, y el camino de la vida es hecho tan claro que nadie necesita errar en él. Mientras estudiamos las Escrituras, debemos orar para que la luz del Espíritu Santo brille sobre la Palabra, a fin de que veamos y apreciemos sus tesoros.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 83-85. RJ 117.6
Por la fe en Cristo se puede suplir toda deficiencia de carácter, purificar toda impureza, corregir toda falta y desarrollar toda buena cualidad.—La Educación, 257. RJ 117.7