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Memorizar las escrituras, preparándonos para el futuro, 22 de noviembre SSJ 333

Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Marcos 13:13. SSJ 333.1

Los siervos de Cristo no habían de preparar discurso alguno para pronunciarlo cuando fuesen llevados a juicio. Debían hacer su preparación día tras día al atesorar las preciosas verdades de la Palabra de Dios, y al fortalecer su fe por medio de la oración. Cuando fuesen llevados a juicio, el Espíritu Santo les haría recordar las verdades que necesitasen. SSJ 333.2

Un esfuerzo diario y ferviente para conocer a Dios, y a Jesucristo a quien él envió, iba a impartir poder y eficiencia al alma. El conocimiento obtenido a través del escrutinio diligente de las Escrituras iba a cruzar como un rayo en la memoria al debido momento. Pero si algunos hubiesen descuidado el familiarizarse con las palabras de Cristo y nunca hubiesen probado el poder de su gracia en la dificultad, no podrían esperar que el Espíritu Santo les hiciese recordar sus palabras. Habían de servir a Dios diariamente con afecto indiviso y luego confiar en él. SSJ 333.3

Tan acérrima sería la enemistad hacia el evangelio, que aun los vínculos terrenales más tiernos serían pisoteados. Los discípulos de Cristo serían entregados a la muerte por parte de los miembros de sus propias familias... Pero él les ordenó no exponerse innecesariamente a la persecución. Con frecuencia, él mismo dejaba un campo de labor para ir a otro, con el fin de escapar a los que estaban buscando su vida. Cuando fue rechazado en Nazaret y sus propios conciudadanos trataron de matarlo, se fue a Capernaum, y allí la gente se asombró de su enseñanza; “porque su palabra era con autoridad”. Lucas 4:32. Asimismo, sus siervos no debían desanimarse por causa de la persecución, sino buscar un lugar donde pudiesen seguir trabajando por la salvación de las almas. SSJ 333.4

El siervo no es superior a su señor. El Príncipe del cielo fue llamado Belcebú, y de la misma manera sus discípulos serán calumniados. Pero cualquiera que sea el peligro, los que siguen a Cristo deben confesar sus principios. Deben despreciar el ocultamiento. No pueden dejar de darse a conocer hasta que estén seguros de que pueden confesar la verdad sin riesgo. Son puestos como centinelas, para advertir a hombres y a mujeres de su peligro. La verdad recibida de Cristo debe ser impartida a todos, libre y abiertamente.—El Deseado de Todas las Gentes, 321, 322. SSJ 333.5