Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. Lucas 3:21, 22. SSJ 8.1
Los profesos seguidores de Cristo pueden ser hechos fuertes en el Señor si aprovechan las provisiones hechas para ellos por medio de los méritos de Jesús. Dios no ha cerrado los cielos para no oír las oraciones humildes de almas humildes y creyentes. La oración humilde, sencilla, ferviente y perseverante del que es fiel, entra en el cielo ahora tan seguramente como lo hizo la oración de Cristo [cuando fue bautizado]. El cielo se abrió cuando oró, y esto nos muestra que podemos ser reconciliados con Dios, y que se establece la comunicación entre Dios y nosotros por medio de la justicia de nuestro Señor y Salvador. Cristo tomó sobre sí la humanidad, y sin embargo estuvo en una relación íntima y estrecha con Dios. Unió la humanidad con su naturaleza divina, haciendo posible también para nosotros el llegar a ser participantes de la naturaleza divina, y así huir de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. 2 Pedro 1:4. SSJ 8.2
Cristo es nuestro ejemplo en todo. En respuesta a la oración que elevó a su Padre el cielo se abrió, y el Espíritu, semejante a una paloma, descendió sobre él. Por el Espíritu Santo es como Dios, además de establecer comunicación con el ser humano, también mora en el corazón de los que son fieles y obedientes. Los que lo busquen en forma sincera, con el fin de recibir sabiduría para resistir a Satanás, recibirán luz y fortaleza en la hora de la tentación. Debemos vencer del mismo modo como Cristo triunfó. SSJ 8.3
Jesús comenzó su ministerio público con una súplica ferviente. Con ello nos dejó un ejemplo acerca de la importancia que tiene la oración para adquirir una experiencia cristiana victoriosa. Su constante comunión con el Padre constituye un modelo que haríamos bien en imitar... SSJ 8.4
Debemos depender de Dios para experimentar una vida cristiana victoriosa, siguiendo el ejemplo que Cristo legó al abrir un camino que nos conduce a la fuente de fortaleza que nunca falla, y de la cual podemos obtener gracia y poder para resistir al enemigo y salir victoriosos.—The Signs of the Times, 24 de julio de 1893. Ver Recibiréis Poder, 16. SSJ 8.5